Mass Effect Andromeda review

Un paralelismo con la realidad que ahora parece inviable, pero que quizás en unos cuántos años o cientos pueda llevarse a cabo. De hecho, la propia NASA durante la presentación de la nueva constelación afirmó que se había inspirado en varias películas y videojuegos para encontrar nuevas formas de explorar el espacio. Entre estas ‘musas intergalácticas’ se encontraba Mass Effect.

Una bella simbiosis que, si bien dista mucho de aunar realidad y ficción, sirve para que la sociedad tengas más consideración al mundo del entretenimiento interactivo, que, como ha demostrado en sus declaraciones la agencia responsable del programa espacial civil, en muchas ocasiones aguarda más elementos tangibles de los que cualquiera podría imaginarse debido a su naturaleza.

Por eso, la franquicia de Bioware se ha ganado el beneplácito de ser una de las operas espaciales más influyentes de todos los tiempos a pesar de sus escasos años de vida. La trilogía original se coronó con tres entregas que bordaban un altísimo nivel, aunque no todos quedaran satisfechos con ciertos cambios de rumbo a nivel jugable y del broche final a las aventuras de Shepard, protagonista de la serie hasta ahora, que fue discutidísimo por los fans, provocando un revuelo mediático que en llegó a rozar lo bochornoso, con usuarios tratando de imponer su opinión a la de los creativos del estudio canadiense. Aun así, nada empaña que la saga Mass Effect se haya ganado el respeto del sector por méritos propios.

Estos antecedentes han provocado que el listón de Mass Effect: Andromeda esté situado a un nivel elevadísimo, incluso para simplemente mantener el nivel establecido por las épicas vivencias de Shepard, Liara T’soni, Garrus y compañía. Una premisa bastante más difícil de lo que pude parecer en un principio, a pesar de la experiencia contrastada e indudable de Bioware. En general, los cambios no gustan. A mucha gente incluso les asustan.

Esa dificultad se torna en un reto para la compañía. Hablar de Mass Effect: Andromeda es hacerlo de un reinicio completo, aunque las bases que han coronado a la marca se mantienen en su práctica totalidad. Pero obviamente hay cambios, especialmente a nivel narrativo, y es ahí donde entran en juego dos factores peligrosos: la alargada sombra de Shepard y la poca paciencia del usuario estándar de videojuegos, que obviamente busca que su inversión en un producto de entretenimiento tan caro merezca la pena.

Los primeros pasos de Mass Effect: Andromeda están situados en el año 2176, cuando se fundó la Iniciativa de Andrómeda, el mencionado proyecto en el que enviar a personas y especies capacitadas para poder formar un nuevo comienzo, siendo de nuevo una bonita analogía con lo que pretende ser esta nueva entrega. La nave que conforma este viaje a lo incierto fue lanzada en el año 2185, fecha a caballo entre los acontecimientos sucedidos en Mass Effect 2 y Mass Effect 3.

Pero olvidad la mención a la trilogía original excepto en un par de guiños deslavazados por puro fanservice. Bioware ha querido dejar atrás el pasado. La meta no es otra que alcanzar la galaxia de Andromeda para colonizarla y tener ese ansiado nuevo comienzo en todos los sentidos, con unos acontecimientos que comienzan a dirimirse 634 años después de que la nave Hyperion despegara.

En el año 2819 la parte más importante de la tripulación despierta de su estado de estasis para poner las primeras piedras de este camino. Ahí es donde tiene lugar nuestra primera elección de la aventura. Podemos escoger entre Scott o Sara Ryder, los nuevos protagonistas de la nueva epopeya intergaláctica de Bioware. Como comentamos en nuestras primeras impresiones, ambos tienen un diseño físico establecido, pero el título también cuenta con un editor para cambiar la apariencia de los personajes y personalizarla a nuestro antojo, cambiando no solo el aspecto del avatar al que controlamos, sino también el de los familiares que aparecen en el juego, en una muestra innata del nivel de detalle que el estudio ha dedicado gran parte de sus apartados.

Como hemos dicho antes, es difícil lidiar con la sombra de Shepard, uno de los personajes más carismáticos de la industria en estos últimos años. Ser la estrella de la función en una obra con tantos lazos por formar y atar conlleva de forma inherente la presión mediática de estar a la altura. Hecho que queda en evidencia durante los primeros compases de una aventura que arranca con un ritmo bastante lento. Algo que, valorándolo con frialdad, resulta totalmente lógico. Toca germinar y hacer florecer una nueva historia repleta de trasfondo y de infinidad de nuevos personajes con inquietudes a los que debemos ir conociendo poco a poco.

El punto de partida durante las primeras horas se basa en la incertudumbre sobre la viabilidad de poder habitar en el Cúmulo de Heleus, el grupo de cien sistemas solares que conforman la galaxia de Andromeda. Ahí, los personajes se plantean diversos e interesantes dilemas morales, como cuál será la forma de reaccionar de los habitantes del nuevo planeta a la hora de recibirnos. ¿Serán hostiles o no? Una dicotomía que siempre se ha planteado en nuestra sociedad en el momento de plantearnos si a algún ingenuo de otro mundo le da por venir a la Tierra -o con grandes ejemplos en el mundo del cine, como en la fantástica La llegada, de Denis Villeneuve-. Pero en este caso, se plantea la situación a la inversa: nosotros somos los extraterrestres. Tesitura que se repite en varias ocasiones a lo largo del desarrollo de la aventura y sirve para moldear un contexto argumental tan interesante como siempre que está Bioware detrás del libreto.

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